Denzel Washington, una vida de cine y parábolas
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Responsable de una filmografía
llena de dilemas morales, es un ferviente practicante y lector de la Biblia. Como las estrellas de otro tiempo, Denzel Washington (Nueva York, 1954) no es solo un actor: también encarna valores.
El director y protagonista de ‘Fences’, una fábula sobre las barreras raciales que opta a cuatro premios Oscar, habla de cine y fe. Ni un escándalo, ni una salida de tono (su viralizado apoyo a Donald Trump resultó ser otra de las tan de moda noticias falsas), ni un desliz.
Lleva 34 años casado con su mujer Pauletta, con la que tiene cuatro hijos. Hijo de un pastor evangélico, su persistente y pública fe cristiana le tienta a cambiar de profesión y volverse predicador, pero su mensaje de igualdad, integridad y justicia resulta mucho más efectivo y masivo cuando lo proclama a través de sus películas.
En una entrevista en El País, previa a la ceremonia de los Oscar, expresa que “Empiezo cada día orando y leyendo un pasaje de la Biblia para comenzar la jornada con algo positivo”. Una vez, en el salón de belleza de su madre, una clienta le dio una profecía. “Viajarás por el mundo y predicarás ante millones de personas”, le auguró. “Eso fue en marzo de 1975.
Cinco meses más tarde, empecé a trabajar como actor”, recuerda Washington. ¿El cine ha sido su púlpito? Le parece una tesis excesiva. “No escojo mis papeles a partir de mi fe. No quiero ver el mundo solo a través de mis ojos. Esa sería una visión estrecha”, contesta. “En realidad, siempre eres tú el que va hacia el papel, y no al revés. No puedes trasladar tu agenda personal a cada personaje. Pero, por supuesto, soy yo quien los interpreta, y cada uno lleva consigo una perspectiva determinada”.
Reconoce, por ejemplo, haber rechazado algún papel por resultarle demasiado oscuro. “Dije que no a Seven [thriller de David Fincher sobre un psicópata obsesionado por los siete pecados capitales]. Fue un error. No digo que lo rechazara por mis creencias religiosas, pero lo encontré excesivo para mi gusto. Luego, cuando vi la película, me dije que tampoco lo era tanto.
Debería haberme sentado con el director antes de decir que no”, lamenta. Fences ha conseguido cuatro nominaciones a los Oscar 2017 (ya tiene dos estatuillas: mejor actor por Training day, 2001; y actor de reparto por Tiempos de gloria, 1989). El éxito de Fences la convierte en una de las pocas películas sobre negros que no ha necesitado un personaje blanco para atraer al gran público a los cines. Los Oscar que se entregan esta noche en Los Ángeles, y entre los cuatro a los que aspira Denzel, están incluidas la de mejor película y mejor intérprete: él mismo.
UN ACTOR QUE ENCARNA VALORES
Fences encaja a la perfección en su filmografía, donde ha tocado todos los palos, géneros y estilos, pero las cuestiones morales abundan en los proyectos que elige.
Como ciertos actores del Hollywood clásico –citamos a James Stewart y a Gary Cooper–, Washington no solo actúa. También encarna valores. “Diría (declara Denzel Washington al respecto) que mis personajes van todo lo lejos que pueden. El tipo de Philadelphia no terminaba liderando una marcha de gais y lesbianas. Pero era capaz de tocarle la cara al personaje de Tom Hanks”, razona.
Esa línea de valores se ve en los papeles que le reportaron la fama en los ochenta, como Tiempos de gloria y Grita libertad, se inspiraban en personajes históricos que lucharon, respectivamente, contra el esclavismo y el apartheid. Hombres que se saltaron los códigos imperantes en nombre de un ideal de justicia. Incluso sus personajes menos defendibles parecen buscar su expiación. Y, cuando se desvían de la norma moral, terminan dirigiéndose hacia el buen camino.
El abogado homófobo de Philadelphia (1993) aceptaba representar a un enfermo de sida sometido a un despido improcedente. El piloto cocainómano de El vuelo (Flight, 2012) terminaba pidiendo ayuda a Dios y confesando en público sus pecados. E incluso el policía corrupto de Día de entrenamiento (2001) recibía un castigo a la altura de su transgresión moral: una ejecución sumaria a manos de la mafia rusa. Fences es un exotismo total en la cartelera actual: un drama a la antigua que habla de conceptos trasnochados como el vicio y la virtud, género en vías de extinción en un Hollywood controlado por sagas galácticas y superhéroes. El final de Fences, sin entrar en detalles, también tiene un marcado mensaje de valores espirituales. “No religiosos”, dice Washington. “Lo que digo en la película es que hay que mirar hacia la luz. Pero no que esa luz sea (una religión) cristiana, musulmana o judía. Solo pido que se mire más hacia arriba, en lugar de mirar hacia abajo”.
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